30 Años de la Guerra del Cenepa

Esta página, de entregas periódicas, contiene los relatos resumidos de algunas de las acciones y operaciones de combate del Alto Cenepa, guerra que cumple 30 años y cuya historia aun vive en las tinieblas.

El autor señala hacia el río Cenepa. Está agachado sobre la tierra removida por las explosiones de la artillería ecuatoriana que, aquella noche, bombardeó el PV-1 sin producir daños ni heridos. Esta porción de territorio patrio era reclamada por los ecuatorianos. La Fuerza Armada, la justicia y el Derecho Internacional acabaron con todas las pretensiones.

Introducción

            Hace 30 años, comenzó la operación militar más significativa de la historia del Perú. Un drama que, no tengo dudas de señalar, como una gran victoria, el fin de largas controversias y la anhelada paz con los ecuatorianos.

            Sin embargo, el resultado de las difíciles operaciones militares, fueron calificadas en su momento, como “vergonzosa derrota” por “especialistas”, políticos, y todo tipo de personajes con opinión (aun no amplificada por inexistentes redes sociales). Hay que admitir que ni los propios comandantes militares supieron analizar y aquilatar las consecuencias de dichas operaciones. La niebla de la guerra cegó la vista del horizonte y destempló los alicaídos ánimos. Pero las evidencias comenzaron a surgir.

El resultado político de la guerra es muy claro. Con la eficiente intervención de los países garantes, Ecuador se vio acorralado por los tratados internacionales —algo que los generales ecuatorianos jamás colocaron en el guión de la guerra de agresión—. Finalmente, se vieron obligados a sentarse en la mesa de negociación, en el marco del Protocolo de Río de Janeiro de 1941, instrumento jurídico que históricamente quisieron revisar y negar. Cabe admitir que a fines del siglo XX, el Derecho Internacional aun gozaba de buena salud, no como lo que viene sucediendo en el caos y la actual ley global “del más fuerte”.

Sin embargo, las negociaciones fueron difíciles y tortuosas, muchas veces estériles y torpes. En el año 1998 se cernía otra vez la amenaza de conflicto con Ecuador. En previsión a esto, el gobierno de Fujimori realizó una apresurada adquisición de armas (y los controversiales MIG-29) como disuasión ante una nueva escalada. Finalmente, los expresidentes Fujimori y Mahuad se vieron obligados, literalmente,  a reunirse a puerta cerrada, con la finalidad de llegar a una solución definitiva, dejando atrás a cancilleres y diplomáticos incapaces de llegar a un acuerdo.

            La Guerra del Cenepa fue creada por un grupo de políticos que quisieron aprovechar los réditos que genera el odio, y por un grupo de militares que acabaron con las magras reservas económicas del Ecuador, adquiriendo armas (por las que inclusive fueron estafados), enviando a la muerte a cientos de soldados, valientes, olvidados, y engañados. Más tarde, esos mismos generales disfrutaron del dinero y el prestigio que la fallida guerra les brindó, dedicándose a la labor más abyecta del supuesto líder militar: la ambición política y el poder. 

La costosísima paz que Perú y Ecuador han logrado, ha demostrado estar cimentada en el Derecho Internacional, el respeto mutuo, la libertad y soberanía de sus pueblos, en el acercamiento económico y cultural y en el conocimiento de la verdad, que ha evitado, hasta hoy, repetir los errores del pasado. 

Situación política y económica en 1995

En el año 1994, Perú alcanzó el PIB más alto de su historia (12.3% en condiciones normales, no producto de la pandemia). En esos tiempos, el país se perfilaba como el de mayor potencial en la región, recibiendo mucha inversión extranjera. El Perú renacía de las cenizas de un brutal enfrentamiento interno y del caótico manejo económico del gobierno de Alan García. Aun no existía el boom minero, ni las grandes industrias que luego florecieron, simplemente, los peruanos comenzamos a vivir y a trabajar. Luego del conflicto con Ecuador, el PIB cayó a solo 8.5% y al año siguiente a 2.5%. ¿Hasta qué punto el costo del conflicto afectó la economía nacional? Directamente, no mucho, si se toma en cuenta el costo de movilización, la logística y la pérdida de aeronaves (que en su mayoría llegaban al límite de su vida operacional). Indirectamente, los costos fueron muy altos. El simple hecho de que el país se sumiera en un nuevo conflicto (además del interno) sumado a la virulenta propaganda ecuatoriana y la tendenciosa crítica interna, terminó ahuyentando a los inversionistas foráneos. Cabe señalar que, hasta 1994 las inversiones chilenas en el Perú no fueron significativas. Sin embargo, en 1995 estas llegaron masivamente, 5 mil millones, solo en ese año. ¿casualidad o parte de una calculada operación? La historia y el mercado mantienen cómodas tinienieblas sobre este asunto.

Cabe recordar que en pleno conflicto, el gobierno chileno vendió armas a Ecuador. Afirman que la negociación se llevó a cabo en 1994, pero las armas y pertrechos de guerra llegaron en 1995, cuando el conflicto ya había estallado. La Cancillería no denunció dicha venta con la suficiente firmeza, por no entorpecer las relaciones con una Nación garante del Protocolo de Río de Janeiro. Sumado a esto, Ecuador negociaba con el gobierno argentino de Carlos Menem, otra adquisición de armas. La secreta operación de triangulación y transporte de las armas argentinas, fue detectada denunciada por un piloto peruano, ex aviador militar y patriota. Estos vuelos se realizaron en febrero de 1995, en pleno conflicto. La traición del gobernante de la hermana Nación dejó como legado una injusta herida moral. Hasta el día de hoy el episodio se recuerda con amargura, paradógicamente, más en la propia Argentina que en el Perú. No obstante, las armas vendidas por Carlos Menen resultaron ser inservibles, ¡el sujeto estafó a los militares ecuatorianos! Finalizado el conflicto se descubrió el engaño, estalló el escándalo, y ecuatorianos apodaron a sus “victoriosos” generales como «los chatarreros del Cenepa». Incluso, el general Gallardo, ministro de defensa del Ecuador, se vio obligado a pisar la cárcel. En Ecuador, las fuerzas armadas habían gozado de buen prestigio e ingresos. Antes de que estallara el conflicto, el Congreso ecuatoriano venía impulsando normas para privatizar las empresas de propiedad de los militares y que los perjudicaría quitándoles ingresos. Estas acciones políticas y normas fueron, coincidentemente, frenadas por la guerra.

En el Perú la situación no podía estar peor. La larga lucha en contra de los terroristas había desviado los fondos de la defensa y el esfuerzo de guerra se centró casi exclusivamente en el frente interno. Si bien la amenaza de una nueva aventura bélica por parte del Ecuador era siempre una constante, el “pacto de caballeros” y la histórica visita de Fujimori parecían haber calmado los ánimos belicistas. Pero el “pacto de caballeros” demostraría ser un futil instrumento. Sumado a esto, los sucesivos gobiernos del Perú habían descuidado la necesaria operatividad de las FFAA, cuyo equipamiento se envejecía y deterioraba rápidamente.

Se sumó una nueva pugna por la presidencia de la república. Si bien, al iniciarse el conflicto se produjo una loable unidad de criterios en apoyo al esfuerzo de guerra por parte de los políticos y candidatos, ésta se fue transformando en críticas y exabruptos que resultarían perniciosos para los objetivos nacionales. El presidente de Ecuador, Duran Ballén, acusó a Fujimori de “instigar la guerra con fines electorales”. De inmediato, los condidatos peruanos se apropiaron del argumento ecuatoriano y lo repetían irracionalmente. Es innegable que las preferencias electorales por Fujimori era muy altas, seguida muy lejos por su más cercano contendiente, el embajador Javier Pérez de Cuellar. La alta popularidad de Fujimori no requería de una costosa guerra para lograr la reelección. Sin embargo, Pérez de Cuellar diría más tarde que:

 “el Perú había perdido la batalla debido a que el presidente Fujimori no había izado la bandera sobre Tiwinza”. 

El inocente pero fatal comentario, moldearía el discurso político y la Opinión Pública, motivados por intereses políticos antes que la verdad. Se subestimó el accionar militar, se enlodaría la memoria de quienes dieron su vida en la lucha y dejaría pasmados a los altos mandos militares.

El Teatro de Operaciones

            Un principio básico, descrito por Sun Tzu desde hace 2500 años, es el que se refiere al terreno en el cual se debe entrar en batalla. El Alto Cenepa es una depresión (hoya) de selva casi virgen, cruzada por cerros, valles y ríos, sin vías de comunicación terrestre, nada apropiada para combatir y en contra del principio básico de Sun Tzu. Si la hipótesis ecuatoriana hubiera sido cierta (Perú como agresor), lo lógico habría sido escoger un terreno más llano, donde desplegar la superioridad numérica de las Fuerzas Armadas peruanas, la distancia a las bases aéreas y el apoyo de la fuerza naval.

En el Alto cenepa, Ecuador domina las alturas de la depresión con bases que rodean el “dedo” que conforma la línea de frontera. Desde las bases de «Coangos» y «Banderas» no mediaba más de 5 kilómetros hasta los lugares que habían invadido. Esto facilitó la logística, la cobertura de artillería, el lanzamiento de cohetes desde «Cóndor Mirador» (punto situado al suroeste, hacia la retaguardia de las posiciones peruana). Las conocidas “Base Sur”, “Cueva de los Tayos” y los varios “Tiwinzas” serían blanco fácil de la mortal artillería en el momento que cayeran en manos peruanas. En resumen, el terreno del Alto Cenepa jamás favorecería a una fuerza atacante, en cambio si lo hace con una que se defiende. Las “bases” que Ecuador había creado eran simples claros del bosque en ciertas cotas (alturas) que permitían una relativa defensa, fácilmente trasladables a otros lugares, por lo que constituyó la principal estrategia psicológica y mediática con que buscaron engañar al mundo entero. Hay que reconocer que las Fuerzas Armadas del Perú no estuvieron preparadas para contrarrestar la propaganda ecuatoriana, perdiendo en otro frente de batalla de la guerra moderna: la prensa, el engaño y la Opinión Pública.

El Teatro de Operaciones del Alto Cenepa sólo permitió el empleo de artillería ligera, armas antiaéreas portátiles, infantería y sobre todo, aviación. Las operaciones fueron apoyadas desde el aire por helicópteros de transporte y de ataque. Además, por la piedra básica y fundamental: la superioridad aérea.

La Fuerza Aérea empleó todo el material disponible en el momento, aeronaves que ya denunciaban su obsolescencia. La única plataforma, digna de un combate moderno, eran los aviones Mirage 2000. La historia de la oscura negociación de dichas aeronaves ha quedado enterrada en la historia de la corrupción y en el libro “Pájaros de Alto Vuelo” del desaparecido senador Carlos Malpica. Allí se reconstruyen las negociaciones que rompieron con el contrato y redujeron el número de aeronaves M-2000, de 26 a sólo 14. Llegaron al Perú desprovistas de equipos electrónicos y de todo el armamento necesario para su empleo… los cuales probarían ser indispensables en 1995.

El avión Mirage 2000, no solo es una bella y letal nave, es una plataforma compleja, capaz de lanzar armamento muy variado y letal. Pero los políticos irresponsables pusieron a los pilotos peruanos en un difícil dilema. Agradezco por haber tenido la oportunidad de experimentar las dificultades y peligros a los que se enfrentan los pilotos, porque la experiencia es la aliada de la historia.

Esta es solo una breve e incompleta introducción a uno de los episodios más controvertidos de nuestra historia, capítulo escondido tras la bruma de la guerra y que empezó el 26 de Enero de 1995 con el mortal ataque a la patrulla “Roosevelt”, soldados peruanos que construyeron un helipuerto en previsión del conflicto que se venía gestando desde hacía varias semanas. Las horas inciertas comenzaron y las Fuerzas Armadas se vieron empujadas a combatir en un conflicto sorpresivo e indeseado, para el cual no estaban preparadas. 

Esta es la historia del ingenio, el valor y el arrojo de soldados, aviadores, marinos, policías, huambisas[1] y los empresarios peruanos, que unieron esfuerzos para superar carencias, dificultades y peligros en un territorio que pocos conocían y que ningún gobierno se preocupó en cuidar y, por el que luego se rasgarían las vestiduras.


[1] Huambis, auto denominación de la nación indígena que vive en las cercanías del río Santiago y el Alto Cenepa.


Los primeros combates

26 de enero de 1995

La guerra no es un fenómeno ocasional, es una terrible constante en las ecuaciones históricas de los pueblos. Se intenta mantenerla a un mínimo valor, pero la historia prueba lo contrario. Solo logran la paz los pueblos que se mantienen alertas, preparados y vigilantes. Esto lo conocen mejor que nadie los hombres que visten uniforme. El soldado siempre evitará la guerra, pero pisará el campo de batalla antes que nadie. El soldado anhela vivir y regresar al hogar. Morir por la patria es una consecuencia, no un deseo, aunque la muerte lo reviste de gloria.

El día 11 de Enero de 1995, dos patrullas peruanas sorprendieron a una patrulla ecuatoriana deambulando ilegalmente en territorio peruano. Los oficiales peruanos exigieron la inmediata retirada a la línea de frontera. Los oficiales ecuatorianos respondieron de forma airada, aparentemente irracional abriendo fuego, reacción que obligó a las patrullas peruanas a responder el sorpresivo ataque. El lastimoso resultado fue, un soldado ecuatoriano muerto y otro herido. La mecha de la guerra se encendió en un instante que, visto desde la comodidad del tiempo parece inútil e intrascendente, pero no seremos profetas del pasado. Estos relatos son un homenaje a quienes dieron su vida en la defensa del territorio, soldados profesionales que no merecen el olvido. 

Ante la posibilidad de la escalada bélica, los comandantes peruanos resolvieron alistar el terreno lo mejor posible. Es deber y doctrina de todo militar, intentar adelantarse a los hechos. Debido a que la logística es la piedra fundamental de toda operación militar, la patrulla “Roosevelt”, al mando del teniente de Infantería William Guzmán Espinoza, fue enviada a construir un helipuerto más al norte de las posiciónes enemigas infiltradas, táctica que permitiría formar un bolsón.

El 26 de Enero, el teniente Guzmán y sus hombres ya estaban en plena faena de construcción sobre la cota 1325, ubicada a unos 8 o 9 kilómetros al norte del PV-1, cerca a la quebrada Zafra rodeando las posiciones “Cueva de los Tayos”, “Base Sur” y los “Tiwinzas” creados por el invasor, a unos tres kilómetros hacia al este (ver mapa).

Días antes, un helicóptero Gazzele ecuatoriano había sobrevolado la posición de la patrulla Roosevelt detectando los trabajos de construcción y dando aviso al su comando. Más tarde, la maquinaria de propaganda ecuatoriana se adelantaba y reportaría que los “helicópteros peruanos estarían sobrevolando la zona para bombardear a las patrullas ecuatorianas”, cuando en realidad volaban en apoyo logístico para la construcción del helipuerto.

El día 26, fuerzas terrestres ecuatorianas rodearon la posición de Guzmán iniciando un sorpresivo ataque sobre su posición. Se unió una escuadrilla de helicópteros Gazzele artillados, que descargaron fuego de cohetes sobre los peruanos con poca efectividad. La patrulla “Roosevelt” se dirigió a las alturas de la cota 1400, esto les brindó ventaja y fueron capaces de mantener a raya el avance enemigo con solo fuego de fusilería. Los agresores atacaron con potentes morteros y fusiles. En el fragor de la batalla, el teniente Guzmán tuvo que ser atendido de una herida bala por el suboficial Minchán, mientras el soldado Eduardo Lijisán Asacha (nativo de la zona) efectuaba la cobertura. En ese momento, una de las granadas impactó cerca de la posición de los tres hombres acabando con sus vidas. Ante esta fatalidad, el sargento 1º Segundo Soto Paz, asume el comando de la patrulla que se encontraba en mortal posición, reorganizádo el dispositivo de defensa con mucha perspicacia, lo que les permitiría aguantar cuatro días más, hasta agotar la reserva de munición. Luego de sepultar a los caídos al amparo de la noche y la niebla, Soto ordenó la retira. El tiempo demostraría que las tropas ecuatorianas, incluso su aviación, le temían a las tinieblas selváticas, cuando desaparecían sus operaciones y efectividad. Luego de 18 días de tortuoso camino, vadeando al enemigo y sobreviviendo en la selva virgen, Soto y el resto de la patrulla “Roosevelt” logran llegar al PV-1.

Este primer episodio y proeza demuestró el acero del que están fabricados los soldados peruano, valientes en el combate, con iniciativa, inteligencia y audacia, forjados en el constante combate contra de los grupos terroristas y admirados por la milicia internacional. Mas tarde, el general Ariel del ejército de Brasil, públicamente, los consideró «entre los mejores soldados del mundo». 

En este primer acto de guerra, denunciado por el Perú ante la OEA y la Opinión Pública Internacional, perdieron la vida:

  • Teniente de Infantería William Guzmán Espinoza. “Roosevelt”.
  • Sub-oficial 2º enfermero Segundo Minchán Infantes.
  • Sargento 2º Severo Álvarez Rojas.
  • Cabo Eduardo Lijisan Asacha.
  • Soldado Magdonio Sarmiento Vásquez.

Gloria eterna a los valientes que dieron su vida por el Perú, los primeros Gigantes del Cenepa en caer ante la agresión foránea, en un conflicto que escalaría rápidamente.


29-01-2024

La Cota 950

            Es necesario recordar la victoria peruana de hace 30 años que se logró sobre el problema limítrofe. No es necesario señalar las causas, tema ampliamente discutido y al mismo tiempo acallado en la esfera pública. Cada lector tendrá identificado a los responsables políticos en esta sui generis política de desarme unilateral y descuido de la seguridad nacional, tema que exige un detallado estudio y una clara discusión. Recordemos a los héroes que deben salir del anonimato y el olvido, a quienes hermosamente podemos hoy llamar: “Los Gigantes del Cenepa”.

            El día 27 de enero de 1995, luego del ataque a la patrulla “Roosevelt”, el Alto Mando ordenó el inmediato desalojo de las tropas ecuatorianas que invadieron territorio peruano. El primer punto de ataque se efectuaría sobre la posición denominada “Cueva de los Tayos” (también producto de la doble toponimia) que está ubicada en la cota 950, rodeada por las cotas 1034 (noroeste) 1111 (sur) Y 1325 (este). Según la información del reconocimiento sobre la posición se encontraba una sección (30 soldados) de infantería de selva del Ejército Ecuatoriano. Según el testimonio del general Roberto Chiabra (Cenepa. Misión de Honor), Los comandantes del RCB 113 y el BIS 25, reunidos en el PV-1, planearon el ataque mediante el empleo de dos secciones de infantería de la Compañía C del BIS 25 y un pelotón de caballería del Escuadrón A del RCB 113 con una sección de fusileros de reserva.

            Las tropas peruanas iniciaron el movimiento desde el día anterior (26 de enero) El pelotón de caballería del Escuadrón A del RCB 113 se detuvo en las inmediaciones de la cota 1034 y las  secciones de infantería de la Compañía C del BIS 25, rodearon la cota 950 ubicándose al sur en la cota 1111. Al amanecer del 27 (05:00hrs) las secciones dieron inicio al avance y fuego sobre la posición enemiga. En solo 30 minutos de combate, los defensores huyeron hacia Coangos. El enemigo sufrió la baja de tres soldados y un oficial, el Teniente (Ec.) Robert Barrera. En las tropas peruanas se reportaron un soldado y un oficial heridos. Inmediatamente después de la recuperación de la cota 950, la artillería ecuatoriana abrió fuego sobre la misma, obligando el repliegue hacia las partes altas. 

Esta situación se repetirá en todas las posiciones de las que se irá arrojando a los invasores. Desde Coangos y Cóndor Mirador, la artillería enemiga ha “cartaboneado[1] todas estas posiciones con la finalidad de impedir la consolidación del terreno por las tropas peruanas. Es un principio de la guerra el neutralizar la capacidad ofensiva del enemigo para consolidar una posición. En este caso, la artillería enemiga disparaba desde posiciones reconocidas como territorio ecuatoriano, según la línea del Protocolo de Río de Janeiro. Las Fuerzas Armadas peruanas se vieron entrampadas por la disyuntiva: o se destruye las bases ecuatorianas de apoyo de artillería, con el consiguiente peligro de perder la legitimidad jurídica internacional o se realizarían las operaciones terrestres con el grave riesgo de sufrir bajas por la artillería.  El gobierno optó por lo último. Esta podría ser una de las decisiones más polémicas y difíciles del conflicto, por la que se tendrá que combatir en contra de los principios elementales de la guerra, al menos, como se la conocía hasta ese momento. 

La forma de operación de las FFAA peruanas será novedosa en muchos aspectos, adelantándose a la tácticas que luego se observaron en los Balcanes, en el Líbano, en el ataque de Israel a Gaza y de alguna forma, en el Irak ocupado. Perú y Ecuador se enfrentaron en un conflicto en el que se combina la alta tecnología, la lucha de guerrillas, la guerra política y las operaciones psicológicas, adaptándose sobre la marcha al tipo de guerra, ahora común, en el Siglo XXI. Es el uso holístico de los medios de guerra, en la que los elementos intangibles serán muchas veces más destructivos que los tangibles y los resultados en el campo de batalla son confusos y se desbordan fuera de éste.  

Solo por poner un ejemplo: en el 2006, 2009 y 2024 la superioridad bélica de Israel sobre los palestinos en Gaza y Hizbollah en Líbano, ha sido indiscutible. Pero las victorias de Israel está demostrando ser pírricas ya que vienen siendo denostados moral y políticamente a nivel mundial. Hoy están quedando solo con el apoyo de los Estados Unidos. Esto enseña sobre la complejidad que acompaña el conflicto o la guerra del siglo XXI, las fronteras de lo tangible y lo intangibles son difusas.

Con ese paradigma, los opinólogos de 1995 aventuraban todo tipo de conjeturas, utilizando como único argumento el reclamo por la presencia del presidente y el izamiento del pabellón en los sitios recuperados, imposibles de realizar debido al cartaboneo de la artillería ecuatoriana, que dominó las alturas del valle.

Ataque helitransportado a Tiwinza

El día 29 de enero aconteció un hecho que me involucra personalmente, pero seré muy sucinto, ya que estos acontecimientos se detallan mejor en mi próxima publicación, en el libro que estoy terminando de preparar sobre las guerra del Cenepa. 

Espectacular fotografía obtenida por el reportero gráfico del diario El Comercio, Rolly Reyna. En la parte superior se aprecia un helicóptero MI-8 del ejército (en Nr.2 en el cual me encuentro yo). Abajo a la izquierda, un MI-25 de la FAP efectúa la maniobra evasiva lanzando bengalas para desviar a los misiles de búsqueda infrarrojos.

Se organizó una operación de combate mediante el empleo de los helicópteros MI-8 y MI-25 para atacar las posiciónes invasoras en el denominado “Tiwinza”. A eso del mediodía una formación de cuatro helicópteros se dirigió hacia el blanco. Yo iba en el helicóptero Nr.2. Llegado al punto, el helicóptero del “guía” fue alcanzado por los sistemas de defensa aérea ecuatorianos. El aparato explotó en vuelo perdiendo la vida sus cinco tripulantes. El resto pudo efectuar maniobras evasivas. impidiendo la puntería de los numerosos misiles disparados por el enemigo.  Aquel día no hubo más bajas pero si el lamento por la pérdida de nuestros valientes camaradas del aire:

Cap. EP Luis García.

Tte. EP Augusto Mendoza.

Tc. EP Victoriano Castillo.

So. EP Wilber de la Cruz.

So. EP Gustavo Begazo.

Gloria a los Gigantes del Cenepa.


[1] En el argot militar significa tener la puntería preestablecida sobre una posición conocida.


Operación de bombardeo

6-2-1995

A estas alturas del conflicto en 1995, las milicia peruana ha logrado organizar todos los dispositivos de combate. La flota submarina se encuentra navegando a una ubicación secreta en el pacífico y el ejército tiene activadas todas sus posiciones defensivas a lo largo de la línea de frontera en Tumbes. En el Teatro de Operaciones del Cenepa, las patrullas peruanas han desalojado a las tropas ecuatorianas de las cota 950 (“Cueva de los Tayos”) y de la posición conocida como “Base Sur”, recuperada el día 2 de febrero. En el escenario político, los países garantes del Protocolo de Río de Janeiro, han presentado un proyecto de paz que el Perú está dispuesto a aceptar inmediatamente, pero que el gobierno Ecuatoriano ha pedido tiempo para estudiar. El cese al fuego aún está muy distante.

Pilotos del escuadrón se apresuran en dirigirse a sus máquinas (foto de referencia).

En la madrugada del día 6 una escuadrilla de aviones English Electric Canberra ha despegado rumbo al Alto Cenepa desde la base aérea de Pisco. Los veteranos aviones de fabricación británica, tienen la misión de bombardear las posiciones enemigas ubicadas en la ladera al oeste de Coangos a 1,200 kilómetros de distancia. El largo vuelo se hace en absoluto silencio de radio para evitar la detección enemiga. Los pilotos y navegantes alistan las mortales bombas que descansan en las entrañas de las máquinas voladoras. La oscuridad y las nubes los cubren de la artillería, pero no de los radares enemigos. Deben volar a una altura escalofriantemente baja entre los traicioneros picos de la Cordillera de los Andes. 

Preparativos del re-vuelo. En primer plano, el general Oscar Velarde (foto de referencia).

Llegando al objetivo abren las compuertas del bomb bay dejando caer varias toneladas de explosivos sobre la selva del Cenepa. Los testigos en tierra afirmarán que la fuerza de las explosiones sacuden las colinas y valles adyacentes con ensordecedora fuerza. 

Aquella noche me encuentro en la base logística y del componente aéreo de Ciro Alegría, a unos cien kilómetros al sur del Teatro de Operaciones. De pronto un oficial grita en la oscuridad ––¡Vienen aviones!–. Saltamos de las literas en la oscuridad, para emprender la carrera en busca de un refugio, los aviones podrían ser un ataque del enemigo. En pocos segundo llego a la trinchera de protección en medio del platanal adyacente. Escucho aviones pasar sobre nuestras cabezas, pero la oscuridad y las nubes me impiden verlos. No se escucha el sonido de bombas caer, nada, solo el suave silbido de los motores Rolls Royce que se dirigen hacia el objetivo. En corto tiempo, se comienza a iluminar el horizonte hacia el norte. Parecen las luces de los relámpagos de una brutal tormenta, pero son distintos, más amarillentos, más contínuos, más tenebrosos. Un grupo de jóvenes soldados se percatan rápidamente de lo que está sucediendo.

El poderoso avión Camberra.

–¡Están bombardenado a los monos!– gritan sin contener el júbilo. El coro aumenta y nos unimos a ellos. 

Los fogonazos de las bombas iluminan hasta las nubes más altas. Es el infierno de la guerra aérea desatado sobre el invasor. Es posible que el antiguo y tupido bosque haya salvado a cientos de potenciales víctimas, pero el daño producido ha sido considerable y efectivo. Una a una, las aeronaves viran violentamente hacia el sur para mantenerse en el territorio nacional. Descienden nuevamente sobre la selva para ocultárse del radar enemigo. El rumbo de regreso a Pisco los llevará directamente sobre las montañas de los antiguos Chachapoyas, una serie de cordilleras que se levanta al sureste de la planicie del río Marañón. Los pilotos y navegantes debe ser muy cuidadosos con los cálculos de navegación. La escasa luz del amanecer, la abundante nubosidad del invierno andino y la poco confiable información de las cartas de navegación aérea Jeppesen norteamericanas, conspiran para hacer aun más dificil, la ya difícil misión. Transcurren las horas cargadas de tensión.

Vuelo en formación (foto referencial).

En Pisco, las malas noticias llegan pronto. Una de las aeronaves no ha reportado su ubicación. El operador de radio intenta infructuosamente comunicarse con ellos. La respuesta es un ominoso silencio, la pesadilla de todo jefe de escuadrón y de los camaradas pilotos. Hoy, la Fuerza Aérea ha perdido a los primeros aviadores caídos en defensa de la patria, los Capitanes Percy Phillips y Miguel Alegre.

Al día siguiente, estoy volando en un helicóptero Twin 212 sobre las cordilleras de Chachapoyas. Nuestra misión es localizar la aeronave que, se presume, ha caido en algún lugar a lo largo de la ruta de retorno. Agudizamos la vista, pero el esfuerzo resulta estéril. Gruesas y eternas y nubes ocultan los altos picos y rodean nuestro helicóptero. Varias hipótesis intentan explicar la desaparición de estos valientes aviadores, pero esta vez, los celosos Apus Chachapoyas guardarán en su divino seno el misterioso destino de dos valerosos Gigantes del Cenepa.

Capitán FAP Percy Phillips.
Capitán FAP Miguel Alegre.
Placa conmemorativa colocada en la Base Aérea de Las Palmas. Nótese los detalles de la misión (foto: cortesía del general Oscar Velarde).

Epopeya de dragones

7 de febrero de 1995

            Escribir la historia de hombres es relativamente fácil. Escribir la historia de los hombres que mueren por un ideal es más complicado. Describir las circunstancias de su sacrificio es tarea de titanes y el autor corre el riesgo de perder la perspectiva histórica de la misión en la que perdieron la vida. Si se es testigo de los hechos, se acarrea la enorme carga emocional y espiritual de los protagonistas, que como espectros, invaden la memoria y la tranquilidad de quienes sobrevivimos. Martin Luther King dijo: “Al final, recordaremos, no las palabras del enemigo, sino el silencio de nuestros amigos”.

            Estando en el Destacamento Aéreo Avanzado en Ciro Alegría, la radio transmitió urgentes llamados de auxilio de las patrullas. Habiendo recuperado Base Sur, la cercanía de dicha posición a Coangos la convertía en un fácil blanco para la artillería enemiga desplegada en la zona, sumado a un nutrido fuego de morteros, desplegados a lo largo de las trochas que bajan hacia el oeste. Al Ejército le preocupa las bajas que empiezan a sumarse, por lo que solicita un inmediato apoyo aéreo cercano.  De pronto, el comandante del destacamento FAP se encuentra en una posición muy complicada. Tendría que decidir entre lanzar la misión de ataque (casi suicida) o abandonar a las tropas que requerían el apoyo de la FAP. La decisión es difícil si tomamos en cuenta el conocimiento que ya se tenía del dispositivo antiaéreo enemigo, especialmente de los misiles Blow Pipe y los letales Igla. Este es uno de esos momentos en las guerras en la que los comandantes se encuentran acorralados por del destino, cualquiera sea la decisión, acarrearía serias consecuencias. Es un mortal juego de suma cero. Se decidió por el ataque aéreo. Ahora la responsabilidad estará en las manos de la FAP.

El Briefing resultó complicado y tenso. Desde mi discreta posición de observador, jamás percibí, por parte de las tripulaciones, la menor duda en lanzarse hacia la peligrosa operación. Tendrán que atacar las faldas del cerro que baja desde la línea de frontera, al oeste de Coangos. Las patrullas han identificado la posición de numerosas tropas enemigas en aquella área. Los helicópteros Mi-25, dispararían decenas de cohetes con la intención de desarticular el dispositivo de artillería oculto en el bosque. Serán dos grupos de ataque: dos helicópteros atacarán por el oeste dividiendo la atención del enemigo y otros tres desde el sur sobre el objetivo principal.

El destino me impulsó a acercarme a observar la nave que preparaba la tripulación del comandante Schenone. Durante algún rato miré a al sub-oficial Erick Díaz preparar la máquina para la misión, mientras los hombres de armamento abastecen los cañones y las coheteras. El copiloto, capitán Raúl Vera, está removiendo el protector de la ametralladora. Bromeamos un poco para relajar la gravedad del momento, pero su rostro está tenso mientras se prepara a subir a la cabina. Me muevo al lado de la cabina de Marco Schenone, está acomodando su maletín en el área de carga. Al terminar se dirige hacia donde me encuentro. Cuando está por subir a la cabina duda un instante, se voltea, clavando sus bondadosos ojos negros en los míos. Alza la mano derecha y la coloca sobre mi hombro en paternal gesto –… Izquierdo…– dijo lacónicamente. Es difícil describir la manera que pronunció mi apellido, sonó como el discurso que atraviesa el alma, con la elocuencia de una trágica e insospechada despedida. Minutos más tarde caerán, habiendo cumplido la misión que jamás dudaron en realizar.

Gigantes del Cenepa caídos en combate:

  • Comandante FAP Marco Schenone Oliva.
  • Capitan FAP Raúl Vera Collahuazo.
  • Suboficial FAP Erick Díaz Cabrel.

He atesorado en mi corazón el privilegio que me regaló el destino al acompañar a estos valientes hombres durante sus últimos momentos. Más tarde me enteraría que Marco Schenone habría dicho en el dormitorio de pilotos que la misión era difícil, pero que la cumplirían, ya que para eso se habían preparado, por eso se han convertido en aviadores militares.


Misión diurna

10-2-1995

El 10 de febrero de 1995 se dio un cambio en la estrategia aérea. Hasta ese día las operaciones aeronauticas se realizaron bajo el amparo de la noche y las tinieblas demostraron ser poco propicias para la operación de la fuerza aérea del enemigo. Pero aquel día se realizaría una misión diurna a gran escala, empleando aeronaves SU-22 y A-37 para realizar ataques a tierra, y aviones Mirage 2000 de cobertura aérea.

Llegado al objetivo, los aviones SU-22 comienzan a lanzar las bombas. No lo saben, pero han sido detectados por el radar ecuatoriano COS-2, ubicado estratégicamente muy cerca al Teatro de Operaciones. Este dirige a las escuadrillas de aciones Mirage F-1 y K-Fir ecuatorianos. Los F-1 buscan interceptar a los Su-22 y los K-Fir a los A-37, extraña desición táctica debido a las particulares carácterísticas y capacidades de ambas aeronaves. Al efectuar el pasaje de soltamiento de bombas, el SU-22 del comandante Víctor “Rayo” Maldonado ha sufrido el impacto de la artillería antiaérea, lo que le produjo un incendio en la cola y el despliegue del paracaídas de aterrizaje. En pocos minutos se vió obligado a abandonar la aeronave. Su alero, el capitán Enrique “Poeta” Caballero, tendrá que hacer lo mismo luego de perder la capacidad de control de su aeronave, también herida de muerte por el fuego antiaéreo del enemigo. Esto fue corroborado luego de que el SU-22 de Caballero fuera encontrado intacto, en medio de la selva. Aunque los ecuatorianos pretendieron atribuirse el derribamiento mediante el disparo de un misil a larga distancia, esta acción jamás ha sido comprobada.

Por otro lado, los aviones A-37 fueron interceptados por los K-Fir enemigos, siendo uno de ellos derribado por un misil Shafrir. El destino quiso que los pilotos peruanos se salvaran y regresaran a la acción un poco más tarde. El otro A-37 esquivó con habilidad el ataque de los poderosos K-Fir, escabulléndose y escapando de los frustrados atacantes.

A continuación, transcribo el cuento que escribí hace muchos años, inspirado en la epoyeya del comandante Víctor “Rayo” Maldonado, cuyo cuerpo fue encontrado días más tarde a las orillas del río Cenepa (los restos de su avión jamás fueron ubicados). Los restos del capitán Enrique “Poeta” Caballero, desafortunadamente, no.

Las Piedras Negras (cuento)

El mundo se hizo lento y oscuro. Se había esfumado el olor a sintético de su cabina. Ahora volaba en alguna posición desconocida. Un tirón lo sacó de su sueño y pudo ver la cúpula de tela crema y naranja. Se sentía como un niño indefenso colgado de su paracaídas. No hay control. No hay como subir. Inexorablemente hay que caer. El enorme jardín selvático, que parece un bosque de brócolis, se acerca mas y mas. –“Ok, juntar las piernas… mantener los visores del casco cubriendo los ojos… cuando atraviese la copa de los árboles: cubrir el rostro”–mentalmente repasa el procedimiento memorizado. Hizo un último esfuerzo de mirar alrededor. Vio el  río oscuro –El Cenepa, y voy cayendo al oeste, si camino hacia el este, llego al río –pensó rápidamente. De pronto, la jungla se lo tragó con tela y todo.

Se sorprendió de que su llegada a tierra fuese tan sencilla. Apenas había sentido el roce de los árboles, aunque reconoció que el bosque no era tan tupido en aquel lugar. Se sintió lleno de optimismo. Ahora debía preparar su supervivencia, en fin, si los buscaban inmediatamente, en pocas horas estaría de vuelta en la base. Buscó el kit de supervivencia de su asiento que había caído junto a él. Solo encontró algunas bengalas viejas y un trapo naranja para ayudar a ser avistado desde el aire. –¡Mierda!– gritó, no había brújula, comida en conserva, fósforos ni el resto de los artículos que ayudarían a sobrevivir a un hombre entrenado. –Cuando regrese a la base voy a hacer mierda a estos cojudos encargados de los equipos –pensó. Buscó en los bolsillos de su traje de vuelos. En una pequeña bolsa, que les entregaron en el escuadrón, había un paquete de fósforos ecuatoriano y dólares que facilitarían su eventual escape desde territorio enemigo, pero en esta virgen selva del Perú solo los fósforos serían útiles.

Víctor emprendió la caminata, ladera abajo, con la esperanza de llegar al río Cenepa que vio antes de caer, pero el laberinto de la selva era más difícil de recorrer de lo que se imaginaba. El suelo cenagoso amenazaba con arrancarle las botas a cada paso. Miles de raíces y ramas tejían una impenetrable barrera. Un machete o un puñal le habrían sido útiles. Cada metro era una agonía de tiempo y esfuerzo, lo que parecía estar muy cerca, estaba muy lejos. Pasaron varios días de interminable descenso. Las pequeñas palmas de Chonta que hallaba en el camino y que podía arrancar con la mano, lo proveían de las calorías necesarias para seguir avanzando. Otra hoja providencial, al ser arrancada de un tirón y llevado su hueco tallo a la boca, brindaba el placer enorme del agua fresca, regalo de Dios para los condenados a la jungla del demonio.

Al quinto día de su caída, Víctor empezaba a preguntarse si su búsqueda era real. Había visto y escuchado a los helicópteros volar muy cerca de su posición. Los claros del bosque le permitieron medir la distancia faltante hasta el fondo del valle, hasta el río. Faltaba poco, muy poco. –Apenas unos 100 o 200 metros –pensó. Los helicópteros no lo buscaban, éstos simplemente volaban de sur a norte y viceversa protegiéndose con la depresión del valle en su ruta al PV-1. Algunas veces se desviaban un poco más y los sentía volar más al oeste de su posición, a su espalda. ¿Lo estarían buscando? Ninguno estuvo realmente cerca como para poder agitar su trapo naranja y llamar la atención. Las bengalas jamás funcionaron.

Ya faltaba poco para que anochezca y Víctor avanzaba en medio de un tupido follaje. De pronto el suelo bajo sus piés desapareció. Está dando un salto al vació. Se apuró a cogerse de las ramas que lo rodeaban pero fue inútil, los delgados tallos cedieron ante su peso. Después de la caída, la oscuridad.

–¡Me jodí! –exclamó cuando recobró el conocimiento.

La caída fue corta pero suficiente para quebrar la tibia y el peroné que asomaban por la tela del traje de vuelos. Apretaba los dientes y le saltaban las lágrimas cuando acomodó los huesos lo mejor que pudo. Se arrastró hasta conseguir pequeñas ramas y separar lianas para aplicar un torniquete y un primitivo entablillado. La vista se le oscurecía en el túnel del dolor.  No pudo incorporarse. Tendría que arrastrarse por el resto del camino hasta el río. Aquella noche no pudo dormir, las otras lo había hecho mal y al amanecer sentía la resaca del cansancio y el sufrimiento. Las moscas empezaban a revolotear sobre la herida. El difícil camino se hizo imposible. Cada metro de selva, era una victoria sobre la inconciencia. 

A escasos dos días, la herida ya mostraba los síntomas de la infección. La pus amarillenta se mezcla con las larvas. El fétido olor de la muerte lo rodea. Cada vez estaba más débil.

–¡Hola mi amor! veo que viniste con las niñas. Gracias por recogerme. Cuando me levante nos podemos ir– balbucea con afiebrada voz y una loca sonrisa. El dolor lo trae de regreso. Arriba el sonido de los helicópteros. Al frente, el río oscuro que se distingue entre el follaje. –Por fin. Allí me verán–. Algunas horas después ya se arrastra en la suave arena de la playa. El río se ve negro y amenazador, pero sus aguas son frescas y limpias. Víctor bebe con abundancia, remoja su afiebrado cuerpo, introduce su pierna herida y supurante en la fresca agua. Al contacto con el frío líquido, el intenso dolor hace que Víctor pierda la conciencia.

      Al abrir los ojos ve la enorme silueta de un MI-17. Siente en el pecho el retumbar de las aspas y la brisa del aire que desplazaban –¡Aquí estoy! –gime sordamente. El helicóptero se aleja. Todo su cuerpo se encuentra cubierto de lodo seco y hojas, acumulados durante los días que ha debido arrastrarse. Tiene un perfecto camuflaje.

–No me ven –piensa –Tengo que buscar la manera de salir de aquí.

Aumenta la fiebre y los escalofríos. El dolor de la pierna le llega hasta el vientre y casi no puede moverse. A pocos metros divisa un tronco sobre la arena, cerca a la orilla.

–Si puedo llegar a él y flotar por el río… seguro que llego hasta algún poblado… ¿Cómo se llama?… ¡Sí mi general, voy a volar! –grita debido a las septicémicas alucinaciones.

Amanece el día diez y el río lo llama con insistencia. Ayer no pudo empujar el tronco. Hoy lo intentaría de nuevamente. Sueña con comida. Sueña con sus hijas.

–Mejor me amarro al tronco, no vaya a ser que me desmaye– intuye durante un breve chispazo de lucidez.

Con mucho esfuerzo fabrica una liana de una palma cercana. Logra echarse de bruces sobre el tronco y, a duras penas, puede rodear su cintura con la improvisada cuerda. Pasa la liana bajo el tronco, cavando un poco bajo la arena. Al cabo de mucho tiempo, ha logrado amarrarse. 

–Tengo que descansar –el esfuerzo y la fiebre lo agotan.

Después de un tiempo desconocido logra despertarse. Se siente con más fuerzas y decide que es el momento de partir. Se empuja con los brazos con dificultad, el tronco se levanta. Empleando la pierna sana se impulsa hacia delante. Centímetro a centímetro se acerca al río.

–¡Por fin!– El agua fresca roza sus manos. –¡Un poco más!–. El tronco comenzaba a flotar. Cae la tarde y el negro río se va oscureciendo.

Víctor sonrie con rostro de fiebre, pronto estaría salvado. El tronco avanza un pequeño trecho de río, cuando de pronto, el peso del inerte y septicémico jinete, voltea la improvisada embarcación.

–¡Ha, que frescura!… el agua es hermosa, cristalina. Puedo ver el fondo borroso. Pero… las piedras… las piedras del fondo… ¡Que negras son!– piensa mientras las piedras que pasan se hacen negras, más negras, hasta que su mundo pierde el color.


Gigantes del Cenepa caídos en combate:

  • Comandante FAP Victor Maldonado Begazo.
  • Capitan FAP Enrique Caballero Orrego.

Para el lector ajeno al trajín militar puede ser difícil comprender la magnitud de la situación, para mi es difícil encontrar las palabras correctas para interpretarla en tan corto espacio, caídos hace 30 años atrás y que hoy debemos llamar con orgullo, Los Gigantes del Cenepa.

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